martes, 1 de mayo de 2018

Alberto Rodríguez, el Beto, la voz de la Familoia Gallardo.

jueves, 17 de abril de 2014


Alberto Rodríguez Gallardo: “La verdad, yo no conozco la palabra justicia, menos voy a conocer la palabra perdón” Detalles





Alberto Rodríguez Gallardo: “La verdad, yo no conozco la palabra justicia, menos voy a conocer la palabra perdón”





DSC 0461El 19 de noviembre de 1975, los dos canales más importantes del país, Televisión Nacional y Universidad Católica de Chile,
transmitieron en vivo los detalles de un enfrentamiento entre supuestos “subversivos” y un contingente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Más tarde, el comunicado de la Dirección Nacional de Comunicación Social (DINACOS) señalaba: “Hoy 19 de noviembre a las 12:00 horas, en los cerros de Rinconada de Maipú, se registró un violento enfrentamiento a tiros de más de 30 minutos de duración, entre las fuerzas de DINA e Investigaciones, y un grupo de extremistas que se parapetó fuertemente armado en esos cerros. Resultaron muertos seis extremistas, huyendo uno de ellos”.

Pero la verdad de lo sucedido en ese descampado del fundo Rinconada de Maipú, era otro y marcaría a fuego a toda una familia. Luego de cumplido el ritual macabro del montaje periodístico, seis cuerpos yacían en silencio. Catalina Gallardo Moreno, 30 años, militante del MIR, Alberto Gallardo Pacheco, 63 años, militante del Partido Comunista, Mónica del Carmen Pacheco Sánchez, profesora, militante del MIR, Luis Ganga Torres, comerciante, militante del MIR, Manuel Reyes Garrido, obrero y Pedro Cortes Jeldres, militante comunista.

Alberto Rodríguez, o simplemente Beto, tenía 6 meses cuando fue secuestrado junto a toda su familia. Con el tiempo reconstruyó su historia y la de su familia. A 40 años del Golpe, esta es su historia.

Por Pablo Villagra Peñailillo


¿Toda tu familia fue afectada por la brutalidad de la dictadura, qué puedes contarnos de ella?.



Mi familia recibe dos golpes represivos con asesinatos fuertes. El primero afectó a mi madre Catalina Gallardo, mi tío Roberto Gallardo, mi tía Mónica Pacheco y mi abuelo Alberto Gallardo. Ellos son asesinados con alevosía y con un montaje periodístico televisivo, más conocido como el caso de “Rinconada de Maipú”. Posteriormente, once meses después, asesinan también a mi padre, Rolando Rodríguez.



¿Cuántos años tenías en esa época? 



Cundo asesinan a mi mamá yo tenía seis meses, y cuando asesinan a mi papá un año y medio. Es importante señalar que en este evento represivo de noviembre de 1975, donde asesinan al grueso de la familia, toda la familia Gallardo Moreno es detenida; mis tíos, mi prima de nueve años, mi abuela, todos. Luego son separados del grupo mi mamá, mi tía Mónica y mi abuelo Alberto y son llevados a Villa Grimaldi donde son torturados salvajemente. Muchos sobrevivientes recuerdan la noche del 18 de noviembre del año 1975. Posteriormente fueron trasladados a los cerros de Rinconada de Maipú, pero ya sus cuerpos habían sido asesinados. Allí levantan un montaje televisivo donde los rostros visibles son los periodistas Julio López Blanco, Roberto Araya y Claudio Sánchez.



¿Estás consciente que luego de tu detención, tu suerte podría haber sido otra, quizás, como en Argentina, tus captores podrían haberte dado en adopción a una familia militar?



Me cuesta hacer ese cruce…no lo veo en el hoy, me cuesta hacer ficción. Lo que sí sé es que la convicción de mis viejos era total, completa y absoluta. Entonces, cuando son detenidos, y yo soy detenido con mi mamá y somos llevados al Cuartel Borgoño de investigaciones, es ahí donde mi mamá me entrega a los brazos de mi abuela y le hace el encargo que me cuide. Ella tenía plena certeza que por sus convicciones ella no iba a sobrevivir a ese encarcelamiento.


¿Cómo ha sido tu vida después de tantas ausencias?


Yo puedo hacer grandes grupos de tiempo con respecto a lo que ha sido mi vida. Uno de ellos tiene que ver con mi infancia, que es una infancia bien solitaria. En la semana para mi era muy normal estar solo en la casa, porque mi abuela tenía una participación bien activa en la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos y en el accionar directo en busca de justicia, y en busca de otra cosa que es muy bella que es restituir el nombre, el buen nombre de la familia, y eso es una cosa que me ha dejado marcado permanentemente, y a ella (abuela), le ha dolido tanto o más el montaje periodístico que el asesinato.


Posteriormente, ya cuando voy creciendo, a los 15 años, me comienzan a invitar a participar socialmente en la comuna donde vivo, que es Renca. Ahí participé de lleno en lo que fueron los grupos de prevención de drogas en la organización La Caleta. Ahí comienza un recorrido organizativo importante; el apoyo a los presos políticos nacionales y a los prisioneros políticos chilenos en el Perú. Luego me voy a estudiar historia a la Universidad La Frontera e integro por largos años la compañía de teatro La Gotera. Una vez de vuelta en Santiago me encuentro con otros Hijos e Hijas y ahí se marca un paso importante en mi vida, que luego se afianza en querer saber efectivamente qué pasa con mi historia; saber quiénes eran mis padres, dónde estaban, cuál era su militancia. Porque hasta ese momento no conocía a los compañeros de mis viejos.

Ellos participaban en la Juventud Obrera Cristiana JOC, pero además eran militantes del MIR. Y dentro de lo que es, llamemos la militancia cristiana, conocí un montón de gente, como los curas obreros, que también conocieron a mis padres y siempre estuvieron bien cercanos, pero de sus compañeros del MIR no, no aparecían. Y fue en esos años de búsqueda en los cuales he ido reconstruyendo, porque estoy en un proceso permanente de reconstrucción de la memoria de mi familia. Y en ese sentido, marca un quiebre muy grande en mi vida el cumplir la misma edad que ellos tenían cuando los asesinaron. El cumplir los 30 años fue un momento muy importante para entender sus luchas de una manera más potente. Yo desde muy pequeño tengo conciencia de cómo fueron asesinados y, en la medida que fui creciendo, fui explicándome de mejor manera los detalles. Pero a partir de los 30 años, más que una búsqueda para saber cómo fueron asesinados o quiénes fueron sus asesinos, aunque la verdad es que lo he sabido desde siempre, es la búsqueda por saber cómo eran sus vidas, y eso marca también una distinción muy grande, porque también nos encontramos en algún momento en el camino, en el sentido que desde un tiempo a esta parte he desarrollado gran parte de mi historia personal relacionado con lo que es la memoria. No sólo la memoria del suceso trágico, sino la memoria que tiene que ver con su vida, con cuáles eran sus proyectos de transformación, cuál es el real significado de la dignidad de los pobres, de los populares de nuestro país y de América Latina completa. Y esa búsqueda ha sido muy interesante. El ir descubriendo y sintiendo que soy parte de una historia tremenda, de una convicción de lucha y transformación de esta sociedad a mí me llena de orgullo. En el caso de mi papá, él estuvo clandestino desde que asesinaron a mi familia, 11 meses en total, y él, conociendo de las torturas, del horror, la muerte y la masacre, decide mantenerse en la lucha. A él, muchas personas le piden que se vaya del país, entre ellos su familia, compañeros y gente ligada al mundo cristiano. Me acuerdo siempre de la conversación con un tío, hermano de él, quien me contó que le dijo “oye, hue’ón ándate, que estás haciendo, piensa en el Beto”; la respuesta de mi papá fue que sí, que él pensaba en mí, pero también en todos los Betos de Chile, y por tanto, él se quedaba en la lucha de la resistencia. Para mí ese gesto tan grande, tan noble, lleno de coraje y amor, a mí me deja tranquilo.


¿Y en todos estos años ha existido justicia para tu familia? ¿en qué está el caso judicial?


El caso estuvo por largos años en manos del Ministro Solís, que hizo un gran avance investigativo, pero para desdicha del Poder Judicial, el Ministro cesó sus funciones en diciembre del 2012, por tanto, ahí cambia de lugar la causa y queda estancada. Nosotros tenemos plena certeza desde hace muchos años de quiénes son los responsables; en general, la cúpula de la DINA y los encargados de Villa Grimaldi, por tanto, no hay un avance mayor en ese sentido, salvo en los años 2005 al 2008, en que hacemos la solicitud al Colegio de Periodistas de Chile para que haga una investigación ética respecto al rol de los periodistas durante el régimen y, específicamente, en el caso de nuestra familia. A raíz de ello, son sancionados varios periodistas de la orden: Claudio Sánchez, Roberto Araya y Julio López Blanco. Nosotros, con esa sanción, una vez que sale lo que hacemos es ampliar la querella, no sólo hacia los responsables materiales y directos de los asesinatos, sino también a los encubridores. Y en este caso, el único civil imputado en causas de Derechos Humanos es un periodista y se llama Roberto Araya. Lo malo de esta historia es que el muy cobarde y canalla se murió el 19 de julio de este año, entonces, se murió sin recibir una sanción. O sea, desde el espacio de justicia, esta es una de las causas, de las tantas causas que no tiene justicia. Tanto en el caso de Rinconada de Maipú, como también en el caso que se ha abierto el año 2008 por el asesinato de mi papá y de Mauricio Carrasco, los que fueron acribillados en la calle, no existe justicia.

A propósito de esta ola de perdones que inundan estos 40 años ¿es posible reconciliarse o perdonar a los cómplices y asesinos de tu familia y de tantos compañer@s?>

La verdad, yo no conozco la palabra justicia, menos voy a conocer la palabra perdón. Yo no las conozco, no sé qué significan. En ese sentido, he escuchado voces muy serias que hablan de perdón,  pero eso no se plasma en acciones concretas. Más encima hoy, y no sólo hoy, sino que desde hace muchos años es que se nos exige a nosotros los familiares que tengamos una actitud de perdón, cuando la sociedad en su conjunto y sobre todo las instituciones relevantes de esta sociedad, no han tenido ninguna acción concreta de perdón. Hoy escuché que la Corte Suprema en un hecho histórico realizó un “mea culpa”, pero eso debía haberse plasmado en acciones concretas. Los montajes de los cuales fueron victima tanto mi familia, como otros, como el caso de los 119, que son los dos casos por los cuales el Colegio de Periodistas ha pedido disculpas públicas a la sociedad, resulta que jamás el fallo, con la trascendencia que debió tener, ha aparecido en algún medio. Aprovecho esta tribuna para hacer un llamado para que Televisión Nacional de Chile y Canal 13, muestren cuál fue el montaje que se realizó y cuál fue la noticia real.

Hago el mismo llamado para el resto de los medios, porqué durante los años ‘80s tenemos un sinfín de montajes comunicacionales. Pero también hay que recordar lo que sucede hoy, como el montaje del caso Bombas, el caso de Elena Varela, los montajes en los casos mapuche, que son verdaderos legados que dejó la dictadura cívico militar. Porque la constitución sigue siendo la constitución de Pinochet, con todo un legado de injusticias, como el caso de las farmacias, de las AFPs, el robo en la educación, el robo en la salud. Un país que aplica medidas de desarrollo neoliberales que son absolutamente injustas, son el legado por no haber hecho justicia con los responsables de las violaciones de derechos humanos.
Entonces, mientras no haya acciones reales y concretas que tiendan a que en nuestra sociedad la justicia no sólo sea para unos pocos, sino que sea a favor de todos, yo me sumo al legado de HIJOS Internacional y su leyenda que dice “¡No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos!”