viernes, 29 de agosto de 2014

Con sentido público - Infancia clandestina -


Seminario Infancia en Dictadura

21/08/2014
img El Seminario se realizará los días 1 y 2 de septiembre. Auditorio Facultad de Psicología. Entrada Liberada-
La actividad organizada por el Programa Protagonismo Infanto Juvenil, incluirá exhibición de las películas "El Premio", "Infancia en Dictadura" y el documental "Los Niños Prohibidos”.
           https://www.facebook.com/photo.php?fbid=562331633831633&set=oa.569981673061500&type=1

          http://youtu.be/QMqI786z4jc
"Infancia en Dictadura: vida cotidiana y narrativas de los niños que habitaron la resistencia", se denomina el seminario organizado por el Programa Protagonismo Infanto-Juvenil de la Facultad de Psicología, el cuál se realizará los días 1 y 2 de septiembre en el Auditorio de la Facultad, ubicado en Vergara 275, Santiago.
El Seminario, patrocinado por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, se organiza en torno a la indagación de la vida cotidiana de los niños durante la dictadura, en este caso particular, de aquellos que crecieron bajo el brazo de la izquierda y su objetivo es presentar, conocer y debatir, en torno a algunos trabajos que han indagado mediante distintas metodologías las palabras o actos infantiles de la época y observar también algunas de las prácticas de cuidado, de protección, de amor del mundo adulto hacia los niños y niñas.
"En esta ocasión se dará una rápida mirada a la vida cotidiana de esa comunidad político-afectiva que vivía, amaba, crecía, jugaba y formaba su juicio bajo el peso de la persecución y la confianza en que la lucha política-social haría caer la dictadura militar", afirma la académica y organizadora del evento, Ph.D. Patricia Castillo.
Programa:
Lunes 1 de Septiembre 14:30 hrs.
Conferencia Inaugural: Oscar Contardo, escritor, columnista y autor de “Siútico: arribismo, abajismo y vida social en Chile” de "Raro: una historia gay de Chile" y "Santiago Capital" además de editor de “volver a los 17”, libro de relatos que reúne un conjunto de relatos sobre la infancia en dictadura.
15:00 hrs.   Mesa 1: Arqueología  de las voces infantiles: Estudios desde la psicología y la historia.
  • Dr. Jorge Rojas Flores: Historia de la infancia en dictadura. 
  • Dra. Patricia Castillo: Los huellas de los hijos de la resistencia.
  • Dra. María Isabel Toledo: las versiones de la memoria en la escena escolar.
  • Antropóloga Adriana Goñi: hijos de la memoria.
16:40 hrs. Coffee break
17:00 hrs.  Película “Infancia Clandestina” de  Benjamín Ávila (Argentina)
19:00 hrs. Comentario de la película preparado por el Dr. Claudio Guerrero y Dra. Monica Peña
Martes 2 de septiembre
14.30 hrs. Exhibición Documental: “Los Niños Prohibidos” de Augusto Góngora (Chile)
15:00 hrs. Mesa 2: Experiencias de instituciones que protegieron la vida.
  • Patricia Escribar:Colegio Rubén Darío
  • Malienko Baltra: Ocarin
  • Ximena Juris: Jardín Infantil Sol de Quilpué
  • María Rosa Verdejo: PIDEE
16:40 hrs.Coffee break
17:00 hrs. Película “El Premio” de Paula Markovitch (México)
19:00 hrs. Comentario de la película preparado por la Dra. Daniela Jara y Psicoanalista Albana Paganini
II. Sinopsis de las películas:
“El Premio” de Paula Markovitch (México): La película mexicana en coproducción con Francia, Polonia y Alemania. Esta película, basada en la propia historia de su directora, Paula Markovitch, nos muestra la historia de Ceci, una niña que en 1977 tiene siete años, la cual debe mantener un gran secreto durante la dura represión Argentina. Ceci no puede confesarle a nadie su verdadera identidad. La vida de su familia depende de su silencio. Ceci y su mamá deben vivir escondidas de la dictadura militar en Argentina, la cual ya asesinó al padre de la pequeña Ceci. Cuando los militares le entregan a Ceci un premio debido a a una composición que realizó a petición de sus maestras de la escuela, la vida de la pequeña niña cambiará por completo. Ver video AQUÍ 
“Infancia Clandestina” de de Benjamín Ávila (Argentina): Después de vivir en el exilio, Juan, un niño de doce años, regresa con su familia al país, donde todavía ocupa el poder el régimen militar que les obligó a huir. Aunque es testigo de la actitud combativa de sus padres, intenta llevar una vida normal, en la que el colegio, las fiestas, las acampadas, las bromas y las risas con mamá también tienen su lugar. El principal apoyo del niño es su querido tío Beto (Ernesto Alterio) quien, al contrario que su padre, entiende que los ideales y la lucha no están reñidos con las ganas de vivir. El mundo de Juan se transforma cuando se enamora de una compañera de colegio. Lo malo es que sus padres se oponen a esa relación. Ver Trailer AQUÍ
“Los Niños Prohibidos” de Augusto Góngora (Chile).Pato es un niño que vive en precarias condiciones debido a la cesantía de sus padres. Un agravante de su situación es que la familia ha debido “colgarse” a la luz eléctrica. Situación que afecta muchísimo al niño, quien está consciente de que es un robo pero se convence de que “es un robo legal”. En muchas ocasiones debe permanecer solo con su hermano menor, encerrado y oculto para evadir a los inspectores que pueden detectar el hecho ilegal. “Los niños prohibidos” registra la experiencia y temores de Pato y otros niños y niñas, que de una u otra forma son afectados por los distintos tipos de violencia que existieron en el Chile de la Dictadura.
Ver afiche AQUÍ
Patrocinan este Seminario: Magíster Psicología, mención Teoría y Clínica Psicoanalítica; Magíster en Psicología, mención Psicología Social. Facultad de Psicología UDP y Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.





 Recibimos a Benjamín Ávila, director de la película Infancia clandestina y a Teo Gutiérrez Moreno, actor protagonista de la misma. Conversamos con ellos de la trama, de cómo era el momento histórico en el que sucede la historia, de la experiencia durante la filmación y de su inminente estreno. Infancia clandestina llega a los cines el jueves 20 de septiembre.

http://www.tvpublica.com.ar
https://www.facebook.com/consentidopu...
https://www.facebook.com/Infancia.cla...

 

Me identifique al igual que muchos de quienes alli estábamos,xq es muy
mobilizadora, como dije en otro comentario hasta sanadora. gracias
Avila, hice catarsis con tu film y hubo muchas cosas iguales a mi
infancia.Muchos de los niños de antaño estabamos alli llorando, riendo y
aplaudiendo no se bien que, si lo bien lograda que estaba la película o
el que alguien haya contado parte de nuestra historia, de niños que

transcurrieron su infancia en dictadura y sufrieron tambien como sus
familiares.

jueves, 28 de agosto de 2014

La imaginación herida. O termitas en la pata de la silla del obispo.

La imaginación herida
HOMENAJE A EUGENIO RUIZ TAGLE
A la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos


Josefa Ruiz-Tagle







Cumplí 26 años, la edad que tenía mi papá, Eugenio, al morir, en el verano de 1999 en el balneario de Calafquén. Mi hijo Lucas tenía entonces cuatro meses y a mis días prácticamente los llenaban las tareas de la lactancia y el juego. El tiempo que me quedaba lo usé para pensar y tomar notas sobre el impacto que tuvo en mi vida y la de mi familia la violencia en la historia reciente de nuestro país. En un principio, hice este ejercicio pensando en entregar el resultado a mis compañeros de universidad en el Diplomado de Crítica Cultural de la Universidad Arcis. Sin embargo, la autorreferencia nunca ha sido bien vista en los ambientes académicos y el mismo pudor del que trata el texto fue más grande de lo sospechado: no sólo no lo mostré ahí sino que no se lo mostré a nadie ni lo saqué del disco duro de mi computador durante casi dos años hasta que hace algunos días decidí que fuera leído en el contexto de un homenaje a mi papá organizado por quienes fueron sus amigos. Desde ese verano las cosas han cambiado un poco. La detención de Pinochet en Londres gatilló una avalancha de querellas en los tribunales chilenos y la adopción de una fórmula en los medios de comunicación para tratar "el tema de los derechos humanos". El silencio del que trata este texto ya no es el mismo, es otro.

1.
Escribo sobre lo único que tengo ganas de escribir en una época de retraimiento a lo privado. Es una suma de historias personales, lamentos, percepciones sociales y citas culturales. Escribo sobre el pensamiento doloroso, el pudor del dolor y el silencio. Sobre la inadecuación y la desadaptación.
Al escribir rescato la invitación a nombrar "lo que pasó" -y sus réplicas-, a buscar un lenguaje para expresar una realidad solitaria e irreductible, pero que concierne al mundo público.
2.
La memoria es el recuerdo de algo. La facultad de recordar y la práctica de hacerlo. La experiencia de la imaginación herida tiene su raíz en el pasado, pero no enfrenta el "ahora" del recuerdo con el "antes" del objeto recordado. Es un caudal de pensamiento sujeto a la metamorfosis y a las inclemencias del tiempo. Circular, desaparece en las manos del olvido, para reaparecer siempre como un virus, cuando bajan las defensas del organismo. Como un trauma, se origina en el pasado y se alimenta de las heridas del presente.
3.
Hay quienes pensaron que al dejar de nombrar la realidad de la violencia ésta dejaría de existir y no repercutiría con su golpe sobre mi mente y mi cuerpo de niña. Pero  se hace efectiva la violencia, también existe en la omisión, el eufemismo y la mentira. Multiplica su potencial destructivo al dejar que el cuerpo sufra toda la sintomatología negándole a la mente un diagnóstico.
4.
La violencia de los colegios, que enseñan la historia de Chile saltándose olímpicamente la de los últimos treinta años. La violencia de los medios de comunicación, que degradan lo terrible al hacer equivaler el nuevo hallazgo en el descubrimiento de cuerpos de detenidos desaparecidos con el gol de la jornada, pasando en voz de Cecilia Serrano "a un tema más alegre". Porque nadie quiere que nos vayamos a dormir asustados.
5.
No crecí en un medio de izquierda ni en absoluto ideologizado. En el colegio donde estudié, lleno de pequeños momiecillos, podía percibir que mi familia era diferente a lo que a mi me parecían "todas" las demás familias, por estar marcada por la persecución y la muerte. Había que mentir por recomendación de mis mayores. El mundo era peligroso y lo que había ocurrido podía volver a ocurrir. Mis compañeros de curso, de seis o siete años, ya eran posibles espías de los asesinos de mi padre que siempre estarían observando. No hablar, esa era la norma.
6.
La desadaptación no era un problema de la conducta, racionamiento típico de la sicología educacional, sino un problema de la conciencia. La escuela no ayudaba a entender un mundo de monstruos.
7.
En la última Feria del Libro se presentó el documental de Silvio Caiozzi "Fernando ha Vuelto" sobre el reconocimiento de uno de los cadáveres encontrados en el patio 29. Cada uno de los cerca de 200 espectadores vive la experiencia de retraerse del espacio público -copia feliz de la transición: banalizador del intelecto y celebratorio del mercado- que es la Feria del Libro y se adentra, a través de la narración -patética- de la historia de Fernando, en la propia relación dolorosa que cada uno tiene con la represión. Experiencia amparada por la oscuridad de la sala, la calidad de espectadores, la pretendida soledad de cada uno frente a la pantalla. Cuando la película acaba todos estamos llorando. Por Fernando, por su madre, su mujer y su hijo. Por el país y la historia que nos ha tocado vivir. Por nosotros mismos.
Cuando se encienden las luces nos apuramos en limpiarnos las lágrimas y guardamos silencio. Espiamos de reojo la reacción de los demás y escondemos la propia. En lo que demoramos en recuperar el habla pensamos que no tenemos palabras, no tenemos discurso que nos salve del silencio. No sabemos qué decir. Sólo porque hay que decir algo decimos "terrible", "espeluznante", como ha sido durante años nuestra propia imaginación.
El silencio va haciendo de a poco el efecto deseado. Nos maquilla el rostro, preparándonos para salir de la sala y regresar a la fiesta de la Estación Mapocho.
Preferimos no hablar, es cierto, pero tampoco sabemos cómo. Nos sentimos identificados con la madre de Fernando, esa mujer a la que de pena le dio hemiplejia y perdió la capacidad de hacerse entender.
8.
El silencio, que cubre como un manto la violencia de nuestra historia, es en parte como dice Nelly Richard "una resistencia a la ley que nos obliga a la articulación fonética del sentido". Es también una resistencia al destino fatal de la palabra en el mercado: convertirse en "una verdad entre otras". Pero es además producto del pudor y del bloqueo, de la incapacidad para nombrar y de la introyección de una norma muda. La falta de lugar para el recuerdo es el resultado de un proceso de retroalimentación del silencio entre los espacios públicos y privados.
9.
Así mismo como la violencia, según Francesca Lombardo "desmantela toda idea de orden, de medida y (...) hace por lo tanto toda relación improporcional", la imaginación de la violencia está desprovista de la posibilidad de verse reflejada de manera simple en el lenguaje. Inconmensurable, se convierte en autista al chocar con las barreras que la cultura le impone a la expresión y de ella también es imposible "rendir cuenta" .
10.
El silencio se vuelve aún más patético al conocer su fatalidad: ser interrumpido apenas por pequeños lapsus que no serán más que nuevo material para el olvido. Esto sucede, por ejemplo, cuando la palabra, que supone un enorme esfuerzo emocional, no encuentra respuesta alguna y la voz, aún temblorosa, tiene como destino nuevamente el silencio, esta vez del medio social.
11.
A los 12 años me fui enterando, a través de una serie de documentos, de cómo había muerto mi papá. Documentos literalmente escondidos en la casa de mi abuela, encontrados por mi como ayudada por un radar. Aún hoy me impresiona que se me haya ocurrido buscar en un marco detrás de una foto, donde aparecía yo de dos años bañándome en la tina. Como si detrás de mi mirada angélical tuviera que esconderse algo terrible. Le faltaba un ojo. Le habían arrancado la nariz. Tenía profundas quemaduras en la cara. Tenía el cuello quebrado. Tajos y heridas de bala. Los huesos quebrados en mil pedazos. Le habían arrancado las uñas de las manos y los pies. Y le habían dicho que me iban a matar a mi y a mi mamá.
Frases que leídas con resistencia y horror quedaron tatuadas en mi mente. Con gran esfuerzo, logré silenciar su repetición insistente en el pensamiento. Para poder disfrutar de la vida cotidiana tuve que bloquear el recuerdo. Este silencio intrapersonal se proyectaba sobre las relaciones interpersonales: no le dije nada a nadie hasta muchos años después y aún hoy las he repetido pocas veces.
12.
El conocimiento de la tortura me dio una lección sobre el corazón humano que me acompañará para siempre.
13.
No existe, en el caso de la memoria de la violencia, una guerra por la palabra y el sentido. Más bien funciona como una tiranía del sentido. Una voz única que se levanta -la del consenso- sobre un área devastada por la violencia. Su éxito, y oportunismo, consiste en haber surgido antes de la recuperación de la voz de los sectores sociales resentidos, y haber convertido en inaudibles sus tenues intentos por hablar, subiendo el volumen de sus jingles.
14.
Existe una retroalimentación continua entre el silencio como requerimiento del consenso y parte constitutiva del pacto en el que se funda nuestra democracia y el olvido, como forma defensiva de bloqueo mental para intentar, con o sin éxito, evitar el dolor y la imaginación mórbida. En el silencio y el olvido existe siempre el riesgo de que la aparición desprevenida del duelo nos enfrente con los otros y con nosotros mismos con una nueva brutalidad. Que hayan piedrazos, golpes, suicidios y asesinatos. Que vuelvan toda la pena y la rabia como si no hayan estado haciendo otra cosa que crecer en algún lugar del inconsciente.

15.
Sueño que caminamos mi abuela, mi bisabuela y yo, vestidas de luto, por el desierto de atacama. El sol sobre nuestras cabezas nos hace arrastrar los pies de agotamiento. Tras nosotros va un robot al que no le cuesta caminar porque tiene ruedas, sonriendo.
16.
El duelo se arrastra a través del tiempo, inmodificado, casi estático, sin más que pequeñas variaciones de intensidad. No es algo que haya pasado (en mi caso y el de muchos de mi generación), es algo que pasa, pasa en nuestras mentes y en nuestras familias, nos convierte en desadaptados entre desadaptados, en fingidores, en el mejor de los casos, en termitas en la pata de la silla del obispo.
17.

"Es parte de las culturas humanas saber manejar simbólicamente la muerte. De lo contrario la muerte sería eterna, inolvidable, se reproduciría en los parientes; cada muerte asesinaría todo el entorno (...)" José Bengoa, Carta Abierta a Eduardo Frei Ruiz-Tagle

Mi abuela viste de luto hace 26 años. Prometió terminar con el luto cuando acabara la dictadura, pero no lo hizo. El duelo no ha acabado y el negro, signo silencioso, viene a ocupar el lugar dejado por la palabra.
18.
Que haya sido una maquinaria extranjera la que logró el fin de la omisión sistemática de los medios de comunicación chilenos sobre la relación entre Dictadura Militar y degeneramiento moral y político es, en parte, sintomático de la proyección del silencio intra e interpersonal sobre el espacio público en forma de desmovilización.
19.
Mi abuela me contó que las mujeres que recibieron su testimonio en la Comisión Rettig, le dijeron que ella y mi mamá eran las primeras personas entrevistadas que no lloraban al contar su historia. Mi abuela estaba orgullosa de haber podido guardar la compostura en el dolor, de nunca haber llorado en público. Su conciencia "aristocrática" consideraba vergonzosas las demostraciones públicas de afecto y eso me fue transmitido. Si no podía llorar, era mejor no hablar del todo, porque una cosa podría llevar a la otra y quedaría expuesta a la impudicia.
20.
-Tú eres hija de Brunner. ¿Por qué entonces tu apellido?
Con seriedad en el rostro y una mirada que siempre debe caer en los ojos del interlocutor:
-Porque mi papá murió poco después de que yo nací. Brunner es mi papá adoptivo.
-¿De qué murió?
-Lo asesinaron los militares.
Este pequeño diálogo, que he repetido un centenar de veces, ilustra cómo me veo obligada a comunicar una información para mi terrible a cualquiera que se le ocurra preguntar.

21.
Estando obligada a interrumpir con mi información de lo terrible la ligereza de ánimo de las conversaciones post- dictatoriales, me resiento, odio la ligereza, le doy una nueva vuelta de tuerca a mi proceso de desadaptación.

22.
Ahora mismo, mientras escribo debo hacer un enorme esfuerzo para vencer el pudor. Qué sentimentales y obvios parecen mis lamentos. Sin embargo, a pesar de no sentir "la culpa de olvidar" de la que habla Moulian, simplemente porque no es posible olvidar, me siento, como se ha visto, cómplice del silencio. Si parece este un lugar inadecuado, presento mis motivos para pensar que no lo es tanto: ningún lugar es adecuado. La inadecuación es un elemento central de mi relato.
23.
Me contaron cuando niña que mi papá había muerto fusilado. El certificado de defunción corcheteado a la libreta de familia decía así: muerte por impacto de bala. En el fusilamiento que inventó mi familia, o en el que yo misma inventé según mi imaginación de "Tardes de Cine", un pelotón de soldados disparaba al unísono sobre un hombre con los ojos vendados. Este acto hacía que todos se sintieran inocentes pues nunca sabrían si había sido su bala la que había dado muerte al hombre. Así también en mi mente era el sistema el que se dejaba caer sobre mi padre; eran hombres sin rostro, que de a uno eran inocentes y que sólo sumados se volvían asesinos, los que lo habían matado.
Cuando me enteré de los detalles de su larga agonía durante su detención en la Base Aérea de Cerro Moreno y en la Cárcel de Antofagasta, tuve que ocupar toda mi imaginación para lograr representarla (no había un símil en "Tardes de Cine"). Imaginé, y lo sigo haciendo, esas sesiones de tortura y todos los posibles rostros de sus torturadores y asesinos.
24.
Los dogmas cristianos sirven para explicarse la brutalidad con la que actuaron torturadores y asesinos: si el diablo existe, ellos son sus hijos y si el alma existe, ellos no la tienen. Pero para el pensamiento laico la realidad es menos fabulosa y más terrible, no hay un Dios a quién culpar, a quién acusar de irresponsable. La brutalidad no es más que un producto de la cultura y la naturaleza, una posibilidad ofrecida por la condición humana.
25.
Me veo a los siete u ocho años leer una revista en la que describen cómo a una mujer detenida por la DINA le introdujeron ratas vivas en la vagina. Me veo dando vuelta páginas y páginas de declaraciones de tortura. Me sudan las manos y siento cómo me sube la sangre a la cabeza. Ya no quiero leer lo que he escrito aquí, ni siquiera para corregir la ortografía. Sueño que bombardean el Arcis y se me abre la herida de la cesárea. No le hablo a nadie de lo que escribo y dudo de mi capacidad de mostrarlo alguna vez.
26.
Cuando nació mi hijo supe que él heredaría esta historia de violencia. Me puse a llorar porque supe cómo mi abuela había querido a mi padre y cómo mi padre me había querido a mi. Cómo cada uno desea poder proteger a sus hijos del sufrimiento y la brutalidad. Y como, de forma más o menos radical, todos fracasaremos. Algún día mi hijo Lucas llorará por su abuelo que murió a los 26 años, sentirá rabia, tomará partido y hará imposible la reconciliación de nuestra sociedad.
Los hijos y los nietos de los asesinos y sus amigos heredarán argumentos que justifiquen los crímenes y nuestros hijos heredarán la imaginación herida.
Enero 1999, Calafquén

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Carta abierta a Arellano Stark. Por Josefa Ruiz-Tagle.

22 de octubre de 2008 Hoy se cumplen 35 años de la muerte de mi padre
 
"¿Quién lo mató?" "¿Quién estuvo ahí, en Antofagasta?" Así fue como me enteré de la existencia de Sergio Arellano Stark.

La historia es ésta: en octubre de 1973, durante 12 días, Arellano viajó por Chile con Sergio Arredondo, Pedro Espinoza, Marcelo Moren Brito y Armando Fernández Larios, entre otros, con la misión de "agilizar y uniformar criterios sobre la ‘administración de justicia’ para los prisioneros políticos". Y en cada ciudad en que aterrizaron desplegaron una maquinaria de tortura y muerte.

Eso lo supo mi familia hace 35 años. Desde 1985 lo sabe también el mundo entero, gracias a la investigación de Patricia Verdugo publicada en el libro "Los zarpazos del puma". Pero el líder de esta Caravana de la Muerte "no sabía nada".

Según él, los culpables de la masacre eran "conscriptos que se nos fueron de las manos, muchachos de 19 ó 20 años" (Arellano en entrevista con "Ercilla", 1999). Y algunos creyeron sus mentiras descaradas.

Pero hoy la justicia ha dictado su sentencia: culpable. Más vale tarde que nunca. Ni perdón ni olvido. Y si a alguno esto le parece nada más que un viejo eslogan, le cuento por qué a mí me hace sentido:

- Porque la justicia no perdona: da al criminal lo que el criminal se merece de acuerdo a la ley. Y si no, no es justicia.

- Porque no hay motivos para perdonar. Ni siquiera Dios, el padre, según el dogma católico, perdona a aquellos que no han hecho penitencia ni se han manifestado arrepentidos.

- Porque un país que olvida resplandece como una mente sin recuerdos: vacío, autómata, muerto, sin pasión ni identidad.

- Porque recordar a las víctimas de la violencia es un imperativo ético, una forma de trabajar para que no vuelvan a perderse la legalidad, la cordura y el respeto. Sin hablar de la compasión también perdida.

- Porque de la verdad y la justicia depende la dignidad de la memoria de las víctimas.

Hoy se cumplen 35 años de la muerte de mi padre. Por primera vez, Arellano fue condenado irrevocablemente a seis años de presidio efectivo, por el homicidio de cuatro jóvenes socialistas.

Es poco, es cierto, pero es un comienzo. No sería extraño que Arellano, quien además de criminal despiadado es tremendamente cobarde, simule una "grave enfermedad" para eludir la cárcel.

Lo que no podrá volver a eludir es la verdad de lo ocurrido. Ya sea en Punta Peuco o el Hospital Militar tendrá que convivir con esa verdad. Y esperar los otros fallos, los que vienen, en compañía de su siniestra conciencia. Las causas por los crímenes del norte están a punto de cerrarse.

Cuando eso ocurra, yo misma me encargaré de convocar a todos quienes se sientan víctimas de la Caravana de la Muerte, para celebrar juntos el tropiezo de la impunidad.


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