miércoles, 23 de noviembre de 2011

Cuadernos del Argonauta: PORQUE NO FUE EN VANO

Cuadernos del Argonauta: PORQUE NO FUE EN VANO



miércoles 9 de noviembre de 2011

PORQUE NO FUE EN VANO

“Sólo la mancha veo del amor que nadie nunca podrá arrancar del cemento, lávenla o no con aguarrás o soda cáustica, escobíllenla con puntas de acero, líjenla con uñas y balas, despíntela, desmiéntala” Gonzalo Rojas (fragmento del poema “Sebastián Acevedo”)

Este viernes 11 de noviembre se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Sebastián Acevedo Becerra, un modesto trabajador de la construcción de la ciudad de Coronel que, desesperado ante la detención ilegal y tortura de sus hijos María Candelaria y Galo Fernando, por parte de los aparatos represivos de Pinochet, y en señal de protesta ante la negativa de la Dictadura a informar sobre el paradero de ambos jóvenes, se quemó a lo bonzo frente a la Catedral de Concepción, clamando a viva voz para que la maldita CNI (Central Nacional de Informaciones) los devolviera intactos o a lo menos vivos.

El martirio de este sencillo hijo de un minero del carbón no sólo salvó la vida de María Candelaria y Galo Fernando, sino que sembró una semilla que pocos meses más tarde brotó para transformarse en la que quizás haya sido la más impactante y certera cachetada moral en las mejillas de los torturadores y sus cómplices (muchos de los cuales miran hoy al puerto de Valparaíso desde sus oficinas en el Congreso) : el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, encabezado por el sacerdote jesuita José Aldunate, que realizó audaces y llamativas protestas y denuncias en las puertas mismas de esos secretos infiernos diseñados a la medida de sus propias pesadillas psicópatas por Pinochet, Sergio Fernández, Sergio Onofre Jarpa, el ex DINA y actual alcalde de Providencia Cristián Labbé, Alfonso Márquez de la Plata, Cardemil, Cuadra y tantos otros cuyo sólo recuerdo revuelve el estómago.

Pido a cada uno de ustedes, cualquiera sea su actual posición política o religiosa, que este 11 de noviembre, de la forma que cada cual pueda o quiera, le ganemos una pequeña batalla al olvido y simplemente recordemos a Sebastián, que dónde esté le hagamos sentir que su sacrificio no fue en vano, porque realmente no fue en vano.

Mauricio Feller